"El talento sin probidad es un azote", decía Bolívar, imbuido de un pensamiento dialéctico. Ahora resulta que, el talento, las luces, el conocimiento, la capacidad de análisis, los procesos científicos, la investigación, los diagnósticos y las explicaciones situacionales, están asociadas a las funciones que realiza el lado izquierdo del cerebro o neocortexa cerebral. Mientras que, la probidad, la moral, la ética, los procesos creativos e innovadores, la espiritualidad y la religiosidad, los valores y principios, la recreación y el ocio, la imaginación y la reflexión, están asociadas a las funciones del lado derecho del cerebro, también llamado cerebro límbico. Ambos, son procesos necesarios e incuestionablemente complementarios. Por ello, en parte, tenía razón el Libertador, cuando unía e integraba las funciones del lado derecho, con las del lado izquierdo del cerebro, al señalar:

"Moral (cerebro derecho) y luces (cerebro izquierdo) son nuestras primeras necesidades".
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    Ahora bien, con el desarrollo de la neurociencia y las investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro, se ha llegado a la conclusión que no sólo existen dos hemisferios cerebrales que controlan estos dos procesos importantes, sino que, hoy se reconoce que existe un cerebro central, un "tercer cerebro", o tercer lado del cerebro, que se suele llamar cerebro reptileano, que es el que regula los procesos praxiológicos, operativos, prácticos y reactivos, relacionados con el hacer y, en particular con la acción transformadora. Por ello, es necesario complementar los pensamientos de Bolívar, con algo así como esto: "El talento, la probidad y la praxis revolucionaria, son nuestras primeras necesidades" o "Moral, luces y praxis revolucionaria, son nuestras primeras responsabilidades". De modo que: "Talento con praxis "revolucionaria", sin probidad, es un azote" o "talento sin praxis revolucionaria y sin probidad es un peligro", o bien, "praxis revolucionaria sin probidad y sin talento es un desastre" y "probidad, sin talento y sin praxis revolucionaria, es una calamidad". Finalmente: "Sin cacumen, sin decencia y sin práctica revolucionaria conciente y trasnformadora, estamos cercanos al fin del mundo"

    Necesitamos entonces una educación tricerebral, basada en la dinámica trialéctica de la vida; un modelo y una práctica educativa que nos permita enseñar, aprender y convivir con todo el cerebro, una educación que aproveche y desarrolle las potencialidades de los tres cerebros, para que seamos talentosos, honestos y, a la vez, comprometidos con la práctica revolucionaria. Porque como dijera alguna vez, Carlos Marx: Los filósofos lo único que han hecho es explicar el mundo (lado izquierdo del cerebro) y de lo que se trata es de transformarlo (cerebro central); de modo que, tan importante como dominar conocimientos y saberes analíticos, científicos y rigurosos, requerimos ser sensibles, honestos, creativos e imaginativos y, a la vez, necesitamos ser prácticos, operativos, hacedores y transformadores de la realidad. Cuando falla alguno de los tres cerebros, es como tener una mesa con una o dos patas, en desequilibrio. Y si no tiene ninguna pata, no es ni siquiera mesa. Es como ser humano sin cerebro. Tenemos que tener mesas con tres patas, como mínimo. Y ellas deben tener un tamaño proporcional, a objeto de garantizar un equilibrio estable.

    Por ello, coincidimos con el Presidente Chávez, cuando exhorta a la praxis revolucionaria, como única garantía del ejercicio pleno del conocimiento y de la honestidad comprometida, con los más sagrados ideales de la humanidad y, en nuestro caso, para construir un socialismo de nuevo tipo, que sea la expresión cabal de los deseos, aspiraciones, expectativas y necesidades de los pobres y excluidos de la patria que nos vio nacer. Estamos obligados, a formar a las nuevas generaciones, desde antes de su nacimiento, no sólo para ser científicos (cerebro izquierdo) o artístas y deportistas (cerebro derecho), sino para ser generadores de resultados tangibles, gente emprendedora, que produzca bienes y servicios (cerebro central) y ¿por qué no?, capaz de generar, con el sudor de su frente, dinero bien habido, no para rendirle culto e idolatrarlo como fetiche, sino como medio de cambio e instrumento de liberación.
    Hugo Moyer Agostini

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